yo͞oˈtōpēə (Utopía)
- Lina María Niebles
- 4 nov 2015
- 6 Min. de lectura
La Isla tiene un aspecto de luna creciente; una extensión de doscientos mil pasos y se va reduciendo suavemente hacia uno y otro de sus extremos. La isla tiene cincuenta y cuatro ciudades; cada una con su propio lenguaje, costumbres e instituciones, pero eso sí, las mismas leyes aplican para cada una. Cuando a una ciudad le hace falta algo, sea lo que sea, es enviado de otras ciudades sin nada a cambio para apoyarse entre cada uno de los utopienses.
Amauroto es la capital, se sitúa en una montaña y su figura es casi cuadrada. Es en esta ciudad donde “tres ciudadanos de cada población, viejos y experimentados se reúnen cada año para tratar asuntos comunes de la isla” (página 49). En las ciudades nada es privado, todo es de todos. La configuración de Amauroto fue concebida por Uto… ¡Ay no! Esto suena aburrido, mejor haré una analogía con Charlie y La Fabrica de Chocolate, suena raro, lo sé, pero verán que es fácil de entender.
-Suenan las trompetas.
Aquí voy:
Imaginemos que la isla es la fábrica de chocolate, los que viven en Utopía se llaman utopienses y ellos serían los Oompa Loompas porque los dos son quienes trabajan para que la isla o fábrica funcione a la perfección; también ambos tienen su propio lenguaje. Amauroto puede ser Willy Wonka puesto que los dos son los fundadores de la chocolatosa fábrica y la utópica isla. La vida en ambos lugares es similar ya que los habitantes trabajan pero no reciben paga en efectivo, sino que se abastecen por medio de lo que ofrece el “terreno”; por ejemplo cuando los utopienses van a hacer mercado toman todo lo que necesiten y se van sin dejar nada a cambio y bueno, supongo que los Oompa Loompas pueden comer cuanto chocolate deseen porque según Willy Wonka “Todo lo que hay en esta sala es comestible. Hasta yo lo soy. Pero eso sería canibalismo, mis niños, y está mal visto en la mayoría de las sociedades”. ¡Ah sí! Se me olvidaba Rafael, el anciano, que visita la isla durante cinco años y luego le cuenta a Moro su experiencia en este lugar…mmm bueno, el sería Charlie puesto que los dos visitan los lugares y luego le cuentan al mundo su experiencia. ¡Si ven! No era una analogía tan rara… Se los dije.
Bueno, bueno, parece que es hora de ponerme seria. Olvidémonos de Charlie y la Fábrica de Chocolate y hablemos del libro Utopía; espero haberles dado una lectura amena en la primera página porque ahora viene la parte más densa. ¿Preparados?.
-Suenan los tambores.
Mentiras, era un chiste.
Ahora sí…
El humanista inglés Tomás Moro publicó Utopía en 1516. En su libro Moro crea una ciudad utópica, inalcanzable. Leyendo el texto nos damos cuenta que la humanidad no ha cambiado, que sigue siendo la misma pero que con el paso del tiempo va inventando nuevas formas. Nos muestra como los utopienses viven en abundancia y no necesitan el dinero debido a que se les da mucho porque esa misma abundancia que mencioné en la línea pasada permite obtener un gran capital mediante importaciones. Los utopienses trabajan y mediante sus acciones reciben sus beneficios: “Hay un solo oficio común a todos, hombres y mujeres: la agricultura, de la que nadie está exento. Todos son instruidos en ella desde la niñez… Además de la agricultura, cada cual aprende como propio un oficio determinado, que es por lo común o el lanificio o la elaboración del lino o el oficio de albañiles o de artesano o bien el de herrero” (página 57).
Moro también habla de personas malas que no pueden transformarse en buenas, acepta las estructuras jerárquicas siempre y cuando no se abuse del poder y precisamente este aspecto me permite abrir paso a un tema que quiero tratar en este escrito: la diferencia entre el pensamiento político y social de Tomás Moro y de Nicolás Maquiavelo. Es interesante que viviendo en la misma época existan pensamientos tan opuestos.
En la página 12 del texto se dice que “los príncipes, la casi totalidad de ellos se ocupan más del gusto de las disciplinas militares (de las que yo ni tengo pericia ni deseo tenerla) que de las primorosas artes de la paz, y su empeño por adquirir nuevos terrenos por los métodos que sean, lícitos o ilícitos, es mayor con mucho que el de administrar bien los que ya poseen”. En este párrafo se pueden encontrar dos aspectos importantes: el primero es que se ve totalmente reflejada la famosa frase maquiavélica “el fin justifica los medios”; para Maquiavelo no importa lo que tenga que hacer para alcanzar su fin, lo único que importa es alcanzarlo.
El político debe ser una persona hábil capaz de manipular situaciones valiéndose de cualquier medio y como se sitúa en una época (Renacimiento) posterior al Medioevo, en el que La Iglesia ya no tiene la fuerza que tenía antes, la religión ya no es una limitación tan grande a la hora de actuar por el miedo al castigo. Nicolás Maquiavelo refleja que se debe actuar con absoluta indiferencia ante el bien y el mal; dice que la religión y la política no deben mezclarse porque sobre el mundo terrenal la primera no tenía por que ejercer poder.
Como podemos ver, la religión es otro aspecto en el que el inglés y el italiano difieren. En la página 23 Tomás Moro dice que “Dios ha sustraído el derecho no sólo sobre la muerte ajena sino también sobre la propia de cada uno… La ley mosaica en fin, si bien inclemente y dura, pues que se dirigía a esclavos y a esclavos contumaces, no castigó sin embargo, el robo con la muerte sino con una multa”. Moro no está de acuerdo con que el castigo hacia una persona sea la pena de muerte, los humanos no tienen potestad sobre este tipo de decisiones debido a que Dios habla de no matar al otro; mandamiento que Maquiavelo nunca respetó.
El humanista inglés dice: “ame a los suyos y sea amado por los suyos, viva al lado de ellos y ríjalos suavemente” (página 34). Moro piensa que la mejor opción es ser amado por sus inferiores mientras que Maquiavelo habla de dos relaciones que el pueblo debe tener hacia su gobernante: el amor y el temor. Dice que convendría ser amado y temido pero, al ser una unión tan complicada, es mejor ser temido. Esa posición se debe a que los hombres tienen menos temor de ofender al que aman, puesto que el amor se mantiene por un vínculo que gracias a la naturaleza mala y despiadada del hombre se rompe; mientras que el temor se mantiene por miedo al castigo. Este es otro punto en el que hay diferencias debido a que Tomás Moro acepta que existen hombres malos que jamás podrán llegar a ser buenos pero no lo generaliza hacia toda la humanidad.
Maquiavelo fue el primero en hablar de Estado como hoy en día se conoce. Algunos le atribuyen la invención de la dictadura moderna. Para él los reyes deben gobernar mediante el beneficio propio, sin analizar las consecuencias de sus actos. Por el otro lado, el humanista dice que “las repúblicas serán por fin felices cuando reinen los filósofos o cuando filosofen los reyes” (página 31). “Estar uno nadando en placer y en los deleites mientras por otras partes los demás gimen y se lamentan, esto no es ser guardián de un reino sino de una cárcel” (página 37 y 38). Definitivamente Utopía va en contra del ideal del gobierno despótico que Maquiavelo tanto defiende.
Otra gran diferencia entre estos dos autores consiste en que Maquiavelo opina que si debe existir la propiedad privada mientras que Moro se opone a esto diciendo que todo debe ser de todos y precisamente esa es la manera en la que viven los utopienses: “cuando reflexiono en mi interior sobre las prudentísimas y santísimas instituciones de los utopienses, los cuales se administran en todo tan adecuadamente con tan pocas leyes que, aunque existe una recompensa para la virtud, abundan sin embargo todos en todas las cosas merced a que están equivalentemente repartidas; si entonces, por el lado contrario, comparo estas costumbres suyas con tantas otras naciones, siempre poniéndose en orden y nunca suficientemente ordenadas, en todas las cuales lo que cada uno haya alcanzado al albur lo llama propiedad suya, cuyas leyes tan numerosas a diario no bastan para que cada uno logre o proteger o discernir suficientemente de lo ajeno lo que cada quien llama alternativamente su propiedad, como lo muestran esos infinitos pleitos tan frecuentes como interminables” (página 43).
Finalmente, a pesar de sus diferencias, en la teoría de Maquiavelo y la de Moro se tiende el eje de la teoría moderna de la política. El modelo propuesto por Moro en su ciudad ficticia es completamente utópico e imposible de cumplirse en especial por el modelo capitalista que nos rige hoy en día del cual no se ve un escape próximo. Pero, a pesar de su excesiva utopía, es un libro que marca un hito indispensable en el decurso del pensamiento social y político, del que sin duda es un clásico. “Porque clásico no es sólo lo creado en una cierta época pasada, sino lo que resiste, sin marchitarse, el paso del tiempo”.
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